Es una verdad no escrita que, si bien comprar zapatos siempre es divertido, algunas veces estrenarlos no lo es tanto: tiene un costo que a veces se paga con ampollas y moretones.
El tip inicial es que no caigas en trucos que pueden dañar el calzado, como meterlo en el lavarropas o en el horno microondas (sí, aunque suene increíble ese “consejo” existe). En vez de eso, te dejamos algunas maneras de acelerar el proceso de adaptación, cuidando el zapato y evitando ampollas.
1. Protegé los puntos sensibles
Algunas de las ampollas habituales pueden prevenirse si sabés dónde mirar. Los talones son un punto obvio, pero otros son los laterales y la parte superior de los dedos. Si no tenés claro dónde van a estar tus puntos problemáticos, caminá por tu casa con los zapatos nuevos durante una hora y seguro te vas a dar cuenta.
Para reducir la fricción que produce ampollas, la hidratación es fundamental: la piel seca rozará mucho más que la piel hidratada. Mantenela hidratada con alguna crema.
También hay otras formas menos convencionales de prevenir la fricción . El antitranspirante es una opción conocida, sobre todo en los meses de verano. A diferencia del desodorante, el antitranspirante reduce la sudoración, por lo que la aplicación del producto directamente en los pies evita el sudor que puede empeorar la situación de las ampollas.
Otro método: aplicar cinta quirúrgica de papel en los puntos sensibles. La cinta es muy suave y fina, así que aunque te salga una ampolla, quitarla no será una experiencia traumática. Y no es cara.
2. Las medias gruesas
Si tus ampollas persisten, tal vez sea hora de trabajar en estirar los zapatos en lugar de proteger tus pies. Poné tus medias más gruesas en un moldeador de zapatos (se consiguen por no mucho dinero) y meté uno en cada zapato durante la noche para estirarlos suavemente. Si no tenés un moldeador de zapatos, probá con una papa. Incluso en la oficina, si trabajás mucho tiempo en el escritorio, podés usar medias gruesas en los zapatos sin estar caminando. En lugar de que te salgan ampollas, vas a ir estirando poco a poco el material del zapato con el grosor.
3. Aire caliente con un secador de pelo
Este truco para “domar” los zapatos funciona con los de cuero. Asegurate que no sean de materiales sintéticos para no dañarlos.
Si los sentís apretados en un punto concreto, como la articulación del dedo gordo, tomá el secador de pelo y las medias gruesas del truco anterior. Ponete los zapatos nuevos en los pies (con medias gruesas y todo) y dales aire caliente con el secador sobre el punto tenso durante unos 20 o 30 segundos, lo suficientemente lejos como para no quemarte los pies. A continuación, date una vuelta rápida por la habitación para aflojar el material del zapato mientras aún está caliente y flexible. Cuando creas que se estiraron lo suficiente, sacate las medias gruesas y probalos.
4. La bolsa de hielo
Si el calor no resulta, o tus zapatos no son de cuero, hay una gran forma de estirarlos durante la noche. Llená dos bolsas de plástico para freezer con agua, colocalas en la puntera de cada zapato y metelos en el freezer. El agua se congelará y se expandirá para estirar la puntera. Este método puede requerir un poco de ensayo y error, ya que la idea es no estirar demasiado los zapatos, pero también necesitás llenarlos con suficiente agua para que se note la diferencia. Por la mañana, sacalos del congelador y tendrás unos zapatos más cómodos (y helados para un caluroso día de verano).
5. El cubo de agua
Por último, un consejo para esas sandalias de tiras de cuero que te morís por ponerte, pero que te están matando los pies poco a poco. Si no terminan de amoldarse a tus pies y terminás poniendo una tirita de cinta quirúrgica cada una hora, esto es para vos.
Ponete las sandalias nuevas y sumergí los pies en un balde de agua, con calzado y todo. Asegurate de secarlos con una toalla para evitar que se decoloren, pero dejalos ligeramente húmedos para el siguiente paso. A continuación, caminá durante una o dos horas con los zapatos mojados. El agua ablandará el material y permitirá que los zapatos se amolden a tus pies más de lo que lo harían en seco. De nuevo, este consejo es mejor para el cuero, y te recomendamos que pruebes un punto de tus zapatos con un poco de agua antes de mojarlos para asegurarte de que el agua no dañará el color.